LA VIDA HEROICA DEL
COMANDANTE CRISTOBAL PALAVECINO
Por Francisco Cañizales Verde
La Asamblea Legislativa del Estado Lara, en uso de sus atribuciones como representación de la voluntad soberana, dispuso en sus sesiones correspondientes al período 1936, dar el nombre de PALAVECINO al Distrito Cabudare, denominación que se mantenía desde el año 1844, cuando por Decreto Legislativo se fundó el Cantón de Cabudare. Este reconocimiento a la heroica vida del egregio Prócer, se establece conforme a lo previsto en el artículo tercero de la Carta Política Regional, sancionada previo el cumplimiento de las formalidades legales, el día 19 de septiembre de 1936, publicada en la Gaceta Oficial, con el ejecútese del Poder Ejecutivo de esta Entidad Federal, el día 24 de dicho mes y año. (1)
Po tan atinada disposición constitucional, la colectividad cabudareña para enaltecer su procera tradición y espíritu progresista, ostenta inalterablemente, desde esa fecha, en su propileo este EPONIMO, a quien la Historia unida a la justicia rinden este tributo de permanente exaltación y de imperecedera gloria.
Si bien es cierto, que el nombre asignado por primera vez fue de PALAVICINI, posteriormente el soberano cuerpo representativo, suficientemente ilustrado al respecto, hizo una corrección adecuada a fin de dar al apellido del egregio Adalid de nuestra Gesta Magna, la auténtica expresión castiza de PALAVECINO, (2) por ser la que con más exactitud corresponde al origen genealógico y a la destacada tradición de este ilustre apellido de genuina raíz española. Como lo confirman múltiples títulos y circunstancias dignas de fe: Esta misma observación, la formularon y demostraron en su debida oportunidad, con argumentos fehacientes, los acuciosos historiadores Ambrosio Perera y R. D. Silva Uzcategui, quienes sostienen ciertamente, la mención castellana de PALAVECINO y descartan con documentación irrebatible, la raíz italiana, que se ha desechado en base a la fuerza probatoria de los sólidos elementos de juicio, que restablecen, sin lugar a dudas, la primacía de la procedencia española legítimamente reconocida a tan esclarecido apellido. (3)
Imposible ha sido encontrar el documento que revele en que fecha vino al mundo Cristóbal Palavecino, todas las gestiones hechas en este sentido así lo confirman, en el Registro Eclesiástico, que es una prueba de primera importancia, que pone de manifiesto el celo tradicional de la iglesia, para conservar bien ordenados estos valiosos testimonios, no hemos encontrado el dato por la circunstancia lamentable, de la falta de algunos libros, especificamente entre los años 1.775, a 1.780, lapso durante el cual puede haber ocurrido tan fausto suceso. Otros acontecimientos relevantes de su vida pública y privada si se pueden constatar por documentos irrefutables, como es el caso de su matrimonio con distinguida dama Doña Candelaria Pino, su pariente cercana que ocurrió el día 1° de octubre de 1802 y los actos formales de los bautizos de su apreciada descendencia: María Encarnación, María del Carmen, María Candelaria y José Cristóbal, nacidos para ventura de su distinguido hogar en esta ciudad en los años de 1803, 1805, 1807 y 1808 respectivamente.
Padrino del matrimonio y del primogénito del Comandante Palavecino fue don Juan de Galindez, distinguido caballero de mucha estimación en la sociedad neosegoviana, Regidor y fiel ejecutor del Ilustre Cabildo barquisimetano, que supo dar pronto apoyo a toda laudable iniciativa de progreso y de utilidad colectiva y directamente vinculado a los más representativos de la ciudad, pues estaba casado con doña Rosa Gracia de la Paz Alvarado, hermana del Prócer Civil Domingo de Alvarado, Diputado por Barquisimeto a nuestro primer Parlamento Democrático, que redactó la carta política y declaró solemnemente la Independencia de toda potencia v dominación extranjera, el 5 de julio de 1811.
De las cuantiosas iniciativas v actividades emprendidas por Don Juan de Galíndez hay vivo testimonio como munícipe de amplia visión y recto criterio, promotor de toda empresa de progreso de la urbe, fundador de la Academia de Equitación que fue semillero magnífico de próceres larenses que iniciaron su periplo heroico sumándose al ejército expedicionario del Marqués del Toro, destinado por la Junta Suprema a sofocar la reacción realista que dominaba a sus anchas en la Provincia de Coro.
Al lado de José Antonio Planas, Mateo Salcedo, los Aldao, los Ramos, los Andrade, Pedro León Torres y tantos otros próceres nacidos de la encendida entraña larense, Cristóbal Palavecino inicia su sendero de gloria, su deslumbrante lucha por la libertad, cerrando filas en el ejército
del Marqués del Toro, dando comienzo a una prodigiosa hazaña, de tan crecidos lauros y cimeros resplandores, que sólo van a extinguirse con ímpetu incontenible, en la riesgosa encrucijada postrera, donde con su bizarra vida dejó inmortalizado su profundo ideal revolucionario.
Concluida en estratégica retirada la Campaña de Coro, aunque no refrendará el triunfo el objetivo que perseguía, ni tampoco constituía descalabro afrentoso para las armas republicanas, el ideal emancipador que bullía en el indomable espíritu de tan denodados adalides, gloria del gentilicio, Palavecino, tuvo muy pronto teatro apropiado para alcanzar rutilantes lauros en incesante acciones en defensa de la libertad. En los Horcones nuevamente se unen el valor y el heroísmo, para obtener juntos un resonante triunfo y en esa por honorífico timbre llamada "Batalla de los Larenses", Palavecino desde el destacamento de caballería, brillantemente comandado por Planas, tuvo destacada actuación con impetuosa acometida a la posición realista y su fulgurante hazaña quedó para siempre incrustada en el afortunado resultado de este histórico combate, que para mayor ufanía se realizó al amparo del castigado paisaje del terrón nativo.
Para estos intrépidos adalides de nuestra gesta emancipadora, el mismo Libertador en palabras llenas de justicia y justeza, hace el elogio imponderable: "Ejército invencible, esfuerzo mayor de la bizarría y del valor", (4) como clave de esta épica jornada y de tan asombrosa contienda que coronó el éxito cabal con fulgurante victoria inmarcesible. En su realización tuvieron descollante participación y dejaron profundo testimonio de heroísmo: Jacinto Lara, el austero y precavido Jefe del Estado Mayor, dando ámbito a su hazaña legendaria que lo exalta ante la posteridad como señero EPONIMO de esta Entidad Federal, a su lado, haciéndole insuperable compañia, sobresalen impetuosos y resueltos hasta la temeridad como convencidos de la inmortal gesta que cumplían para gloria sin par: José Antonio Planas, Cristóbal Palavecino, José Florencio Jiménez, Trinidad Morán, Rudecindo Canelón, Mateo Salcedo, José María Camacaro, José Hilario Jiménez, Bruno y Asisclo Torres, Trinidad Samuel y una esclarecida pléyade de héroes innumerables, surgidos de pueblos pertenecientes a la entrañable geografía larense, próceres egregios que agregaron su sangre generosa, su vida patrimonio de la epopeya y su insaciable sed de libertad, para forjar con su esfuerzo incontenible el legado de una Patria libre y soberana.
También esta presente Palavecino con su incesante actividad en la Batalla de Cerritos Blancos, que tuvo por escenario el Oeste de la ciudad, el día 13 de septiembre de 1813, es de presumir que también allí sobresalieron sus naturales aptitudes de heroísmo y de destreza incontenibles y que su denuedo a toda prueba, secundó con pericia al Brigadier Garcia de Sena, Comandante del Ejército de Occidente, en el exitoso desarrollo y cabal ejecución de la acción envolvente que se operó entre las alturas de ese sitio y que supieron aprovechar todas las circunstancias estratégicas para asestar decisiva derrota a las fuerzas realistas que disponían de mejores condiciones de recursos y armamentos, dirigidas por el Indio Reyes Vargas, desertor del bando patriota y su correligionario el Pbro. Coronel Andrés Torrellas, a quienes desplazaron en contundente acometida de ese "territorio sagrado de la libertad", (5) como llama el lugar, en elogiosa remembranza el propio Parte de Batalla, firmado por el Mayor General Rafael Urdaneta, en Valencia el día 20 de septiembre de 1.813, tercero y primero.
Con su ejemplar presencia de ánimo y su inaudito valor, Palavecino es héroe singular en el inesperado revés de la Batalla de Tierritas Blancas, él cumplió la indeclinable responsabilidad de escoltar al Libertador, cuando ocurre la oportuna entrada del Cuerpo de Soberbios Dragones comandados por Campo Elías, gracias a la destreza y a la actividad incansable por ellos desplegada, le fue posible a Bolívar ponerse a salvo de la persecución incontenible desatada por Oberto y Cevallos, así como también proteger los restos del disperso ejército que le fue fácil concentrar en El Altar (Sarare), para planear sobre la marcha nuevas e increibles victorias. Con el decisivo respaldo de Campo Elías y sus Soberbios Dragones y el heroísmo ejemplar de Palavecino y de José Gregorio Bastidas, en este duro trance y confusión, la Villa de Cabudare nacida a la vida civil ese mismo día por decisión del Libertador, según opinión muy divulgada, le dispensó ayuda oportuna y eficaz en un momento desesperante y difícil para las armas de la República.
Con su Cuerpo de Volantes, Palavecino en bien coordinadas luchas de guerrillas que cubren el escenario entre Cabudare y Terepaima, hostilizará sin cesar a las partidas enemigas. En muy riesgosa situación de Urdaneta, en la Puerta de Tarabana, la óptima participación de Palavecino, permite que el ejército patriota siga su marcha sin más dificultades hasta San Carlos. Al respecto, el Pbro. y Coronel José Félix Blanco, en su "Bosquejo Histórico", hace este esclarecedor comentario: "Urdaneta logró abrirse paso por la cuesta de la Mano de Blas a Cabudare, hasta cuyo pueblo fue perseguido por las caballerías enemigas; y en cuya persecución le mataron en la Puerta de la Hacienda de Tarabana a un Coronel de Nutrias, cuya preciosa hija hicieron prisionera. Reunidos allí nuestros soldados dispersos, junto con el destacamento y guerrillas del patriota Palavecino, se emprendió una retirada honrosa hacia San Carlos".(6)
Tras las heroicas huestes de Urdaneta seguirá Cristóbal Palavecino, para cubrirse de gloria en la famosa Marcha de Occidente. Enfrentando penosas circunstancias llegan a San Carlos de Austria, que encuentran asediada por las vandálicas hordas de Sebastián de la Calzada. Venciendo obstáculos innumerables y dando pruebas de audacia y de heroismo inauditos, Urdaneta logra romper la línea sitiadora y así penetran a la plaza que era defendida con invencible empeño por el Jefe Republicano Coronel Pablo Arrambarri. Contienen el sitio, en medio de graves privaciones, hasta el 17 de marzo de 1814, cuando por la excesiva falta de recursos, incluso de agua, el General Urdaneta ordenó dirigir la marcha a Valencia; utilizando una estratagema eficaz y al amparo de la oscuridad de la noche, emprende la riesgosa retirada, utilizando vías poco usuales hasta entrar a la procera ciudad del Cabriales.
Bolívar, quien se encontraba en el Cuartel General de San Mateo, ingeniando planes para combatir al sanguinario Bóves, trasmite a Urdaneta la inapelable orden de "Defender a Valencia hasta morir, porque estando allí todos los elementos de guerra, si Valencia se pierde, se pierde la República".(7) Jamás orden alguna fue mejor cumplida y en esta dura emergencia Palavecino estuvo a la altura de su capacidad y de su dinamismo ejemplar. Rápidamente se construyen fosos, se almacenan alimentos, se levantan defensas y hasta se dota un hospital, preparándose para prolongada resistencia. Así permanecen, dando las mejores demostraciones de heroismo y de acometividad. Con invencible fortaleza la temeraria resistencia se mantiene hasta el siete de abril, al tener noticias que Bóves había sido derrotado por Mariño en Bocachica y que el Libertador perseguía con denuedo al temible asturiano, Urdaneta inicia, otra vez, su implacable retirada, sale por el camino de Guataparo Abajo, prosiguiendo hasta San Carlos, en medio de tensiones y dificultades; aunque por azares de la situación, tanto Urdaneta como Palavecino, con su Cuerpo de Caballería se unen a las fuerzas de Mariño y sufren la derrota que les infligió Cevallos en el Arao, el 16 de abril. Pero, para elevar los ánimos, hay un renacer de esperanzas, con los inmarcesibles laureles que alcanzaron combatiendo con El Libertador en el campo glorioso de la primera Batalla de Carabobo.
Siempre al lado del General en Jefe Rafael Urdaneta, aguardan a Palavecino, las Acciones de las Brujas y Camoruco, en las que derrotan al Coronel realista Remigio Ramos, de suerte que ya nada les interrumpe la indetenible travesía hacia San Carlos, desde donde emprenden la famosa Marcha de 928 kilómetros partiendo de 928 kilómetros, nuestros inclementes llanos, hasta la heroica tierra neogranadina, donde se incorporan jubilosos a las tropas del Libertador. Si es cierto que enfrentaron reveses como la deplorable derrota de Timotes, recibieron por el heroismo y el esfuerzo puestos de manifiesto en incesante empeño, la encendida felicitación de Bolívar, por esta gesta incomparable, trasmitida desde Ocaña, el 27 de octubre de 1.814, en la que dice: "Con la más grande satisfacción, expresa a Urdaneta, he sabido que Ud., ha salvado el Ejército de Caracas, con el cual podemos decir que ha salvado Ud., las esperanzas de la República; este servicio es grande, este servicio lo aprecio yo en tanto como la más grande victoria".(8)
Aún en territorio colombiano dió Palavecino diáfano testimonio de su incesante ideal de libertad. Acatando órdenes del Gobierno de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, El Libertador, no obstante todas las gestiones conciliatorias que realizó para evitar la lucha armada, se vió forzado a someter a la autoridad legítima al insurrecto Gobernador de la Provincia de Cundinamarca doctor Manuel Bernardo Alvarez, restableciendo así la integridad de la Unión Federal; en estas acciones el héroe cabudareño tuvo decisiva participación, actuando con entereza y suma lealtad en las tareas encomendadas en tan premiosa circunstancia.
Al ser invadida la Provincia de Casanare por Sebastián de la Calzada, al frente de un numeroso ejército, el Gobierno de la Unión envió a combatirlo al General Joaquín Ricaurte y Torrijo, a quien acompañaban el valeroso centauro Ramón Nonato Pérez y el Comandante Palavecino, recios y veteranos oficiales de caballería. Buena ocasión se presentó para exhibir sus dotes y en la sabana llamada Banco de Uchire, se libró un fragoso combate, donde el ejército realista quedó totalmente destruido. La suerte sigue siendo inseparable compañera de Palavecino, quien por la actividad desplegada en otras acciones que realiza contra los insurgentes, agrega nuevos lauros a sus resplandecientes hazañas.
Con incomparable valor y bizarría participa Palavecino en la Batalla de Mucuritas librada con afirmativo éxito por la férrea lanza del General José Antonio Páez, quien con ventajosos resultados, impone dura derrota al segundo de Morillo, el General Miguel de la Torre y Pando, el memorable 23 de enero de 1.817. Movido por su tenacidad incansable y anheloso de cubrir de inexhaustas glorias su epopeya refulgente, en el asalto al pueblo de Cuiloto (Llanos de Casanare), a comienzos de febrero de 1.817, rinde su preclara vida, en recio combate, el heroico Comandante Palavecino, que por sus inextinguibles proezas fulgura lleno de lauros inmarcesibles en la posteridad.
Vida de tan épica trayectoria y servicios tan señalados a la patria, a la libertad y al afianzamiento de la independencia, deben ser objeto de permanente evocación colectiva, de exaltación y de reconocimiento público, pues representan presencias vivas que rigen nuestro destino de pueblo soberano, encarnadas en la categoría de símbolo y de ejemplo. Ese es el testimonio diáfano y la vigencia moral y cívica del egregio Comandante Cristóbal Palavecino Liscano.
(1) Constitución del Estado Lara del 19 de septiembre de 1.936.
(2) Reforma Parcial a la Ley de División Política del Estado Lara, del 24 de enero de 1945. Art. 3°
(3) Ambrosio Perera: "historia Territorial de los Estados Lara y Yaracuy". Pag. 368-369.
(4) Parte de la Batalla de Los Horcones. Araure, Julio 25 de 1.813.
(5) Parte de la Batalla de Cerritos Blancos. Valencia, 20 de septiembre de 1.813.
(6) Memorias del General Rafael Urdaneta. Tomo III. Pag. 32.
(7) Cardenal, José Humberto Quintero: Discursos. 1.921-1.972.
(8) Cardenal, José Humberto Quintero: Ob. cit. Pag.
COMANDANTE CRISTOBAL PALAVECINO
Por Francisco Cañizales Verde
La Asamblea Legislativa del Estado Lara, en uso de sus atribuciones como representación de la voluntad soberana, dispuso en sus sesiones correspondientes al período 1936, dar el nombre de PALAVECINO al Distrito Cabudare, denominación que se mantenía desde el año 1844, cuando por Decreto Legislativo se fundó el Cantón de Cabudare. Este reconocimiento a la heroica vida del egregio Prócer, se establece conforme a lo previsto en el artículo tercero de la Carta Política Regional, sancionada previo el cumplimiento de las formalidades legales, el día 19 de septiembre de 1936, publicada en la Gaceta Oficial, con el ejecútese del Poder Ejecutivo de esta Entidad Federal, el día 24 de dicho mes y año. (1)
Po tan atinada disposición constitucional, la colectividad cabudareña para enaltecer su procera tradición y espíritu progresista, ostenta inalterablemente, desde esa fecha, en su propileo este EPONIMO, a quien la Historia unida a la justicia rinden este tributo de permanente exaltación y de imperecedera gloria.
Si bien es cierto, que el nombre asignado por primera vez fue de PALAVICINI, posteriormente el soberano cuerpo representativo, suficientemente ilustrado al respecto, hizo una corrección adecuada a fin de dar al apellido del egregio Adalid de nuestra Gesta Magna, la auténtica expresión castiza de PALAVECINO, (2) por ser la que con más exactitud corresponde al origen genealógico y a la destacada tradición de este ilustre apellido de genuina raíz española. Como lo confirman múltiples títulos y circunstancias dignas de fe: Esta misma observación, la formularon y demostraron en su debida oportunidad, con argumentos fehacientes, los acuciosos historiadores Ambrosio Perera y R. D. Silva Uzcategui, quienes sostienen ciertamente, la mención castellana de PALAVECINO y descartan con documentación irrebatible, la raíz italiana, que se ha desechado en base a la fuerza probatoria de los sólidos elementos de juicio, que restablecen, sin lugar a dudas, la primacía de la procedencia española legítimamente reconocida a tan esclarecido apellido. (3)
Imposible ha sido encontrar el documento que revele en que fecha vino al mundo Cristóbal Palavecino, todas las gestiones hechas en este sentido así lo confirman, en el Registro Eclesiástico, que es una prueba de primera importancia, que pone de manifiesto el celo tradicional de la iglesia, para conservar bien ordenados estos valiosos testimonios, no hemos encontrado el dato por la circunstancia lamentable, de la falta de algunos libros, especificamente entre los años 1.775, a 1.780, lapso durante el cual puede haber ocurrido tan fausto suceso. Otros acontecimientos relevantes de su vida pública y privada si se pueden constatar por documentos irrefutables, como es el caso de su matrimonio con distinguida dama Doña Candelaria Pino, su pariente cercana que ocurrió el día 1° de octubre de 1802 y los actos formales de los bautizos de su apreciada descendencia: María Encarnación, María del Carmen, María Candelaria y José Cristóbal, nacidos para ventura de su distinguido hogar en esta ciudad en los años de 1803, 1805, 1807 y 1808 respectivamente.
Padrino del matrimonio y del primogénito del Comandante Palavecino fue don Juan de Galindez, distinguido caballero de mucha estimación en la sociedad neosegoviana, Regidor y fiel ejecutor del Ilustre Cabildo barquisimetano, que supo dar pronto apoyo a toda laudable iniciativa de progreso y de utilidad colectiva y directamente vinculado a los más representativos de la ciudad, pues estaba casado con doña Rosa Gracia de la Paz Alvarado, hermana del Prócer Civil Domingo de Alvarado, Diputado por Barquisimeto a nuestro primer Parlamento Democrático, que redactó la carta política y declaró solemnemente la Independencia de toda potencia v dominación extranjera, el 5 de julio de 1811.
De las cuantiosas iniciativas v actividades emprendidas por Don Juan de Galíndez hay vivo testimonio como munícipe de amplia visión y recto criterio, promotor de toda empresa de progreso de la urbe, fundador de la Academia de Equitación que fue semillero magnífico de próceres larenses que iniciaron su periplo heroico sumándose al ejército expedicionario del Marqués del Toro, destinado por la Junta Suprema a sofocar la reacción realista que dominaba a sus anchas en la Provincia de Coro.
Al lado de José Antonio Planas, Mateo Salcedo, los Aldao, los Ramos, los Andrade, Pedro León Torres y tantos otros próceres nacidos de la encendida entraña larense, Cristóbal Palavecino inicia su sendero de gloria, su deslumbrante lucha por la libertad, cerrando filas en el ejército
del Marqués del Toro, dando comienzo a una prodigiosa hazaña, de tan crecidos lauros y cimeros resplandores, que sólo van a extinguirse con ímpetu incontenible, en la riesgosa encrucijada postrera, donde con su bizarra vida dejó inmortalizado su profundo ideal revolucionario.
Concluida en estratégica retirada la Campaña de Coro, aunque no refrendará el triunfo el objetivo que perseguía, ni tampoco constituía descalabro afrentoso para las armas republicanas, el ideal emancipador que bullía en el indomable espíritu de tan denodados adalides, gloria del gentilicio, Palavecino, tuvo muy pronto teatro apropiado para alcanzar rutilantes lauros en incesante acciones en defensa de la libertad. En los Horcones nuevamente se unen el valor y el heroísmo, para obtener juntos un resonante triunfo y en esa por honorífico timbre llamada "Batalla de los Larenses", Palavecino desde el destacamento de caballería, brillantemente comandado por Planas, tuvo destacada actuación con impetuosa acometida a la posición realista y su fulgurante hazaña quedó para siempre incrustada en el afortunado resultado de este histórico combate, que para mayor ufanía se realizó al amparo del castigado paisaje del terrón nativo.
Para estos intrépidos adalides de nuestra gesta emancipadora, el mismo Libertador en palabras llenas de justicia y justeza, hace el elogio imponderable: "Ejército invencible, esfuerzo mayor de la bizarría y del valor", (4) como clave de esta épica jornada y de tan asombrosa contienda que coronó el éxito cabal con fulgurante victoria inmarcesible. En su realización tuvieron descollante participación y dejaron profundo testimonio de heroísmo: Jacinto Lara, el austero y precavido Jefe del Estado Mayor, dando ámbito a su hazaña legendaria que lo exalta ante la posteridad como señero EPONIMO de esta Entidad Federal, a su lado, haciéndole insuperable compañia, sobresalen impetuosos y resueltos hasta la temeridad como convencidos de la inmortal gesta que cumplían para gloria sin par: José Antonio Planas, Cristóbal Palavecino, José Florencio Jiménez, Trinidad Morán, Rudecindo Canelón, Mateo Salcedo, José María Camacaro, José Hilario Jiménez, Bruno y Asisclo Torres, Trinidad Samuel y una esclarecida pléyade de héroes innumerables, surgidos de pueblos pertenecientes a la entrañable geografía larense, próceres egregios que agregaron su sangre generosa, su vida patrimonio de la epopeya y su insaciable sed de libertad, para forjar con su esfuerzo incontenible el legado de una Patria libre y soberana.
También esta presente Palavecino con su incesante actividad en la Batalla de Cerritos Blancos, que tuvo por escenario el Oeste de la ciudad, el día 13 de septiembre de 1813, es de presumir que también allí sobresalieron sus naturales aptitudes de heroísmo y de destreza incontenibles y que su denuedo a toda prueba, secundó con pericia al Brigadier Garcia de Sena, Comandante del Ejército de Occidente, en el exitoso desarrollo y cabal ejecución de la acción envolvente que se operó entre las alturas de ese sitio y que supieron aprovechar todas las circunstancias estratégicas para asestar decisiva derrota a las fuerzas realistas que disponían de mejores condiciones de recursos y armamentos, dirigidas por el Indio Reyes Vargas, desertor del bando patriota y su correligionario el Pbro. Coronel Andrés Torrellas, a quienes desplazaron en contundente acometida de ese "territorio sagrado de la libertad", (5) como llama el lugar, en elogiosa remembranza el propio Parte de Batalla, firmado por el Mayor General Rafael Urdaneta, en Valencia el día 20 de septiembre de 1.813, tercero y primero.
Con su ejemplar presencia de ánimo y su inaudito valor, Palavecino es héroe singular en el inesperado revés de la Batalla de Tierritas Blancas, él cumplió la indeclinable responsabilidad de escoltar al Libertador, cuando ocurre la oportuna entrada del Cuerpo de Soberbios Dragones comandados por Campo Elías, gracias a la destreza y a la actividad incansable por ellos desplegada, le fue posible a Bolívar ponerse a salvo de la persecución incontenible desatada por Oberto y Cevallos, así como también proteger los restos del disperso ejército que le fue fácil concentrar en El Altar (Sarare), para planear sobre la marcha nuevas e increibles victorias. Con el decisivo respaldo de Campo Elías y sus Soberbios Dragones y el heroísmo ejemplar de Palavecino y de José Gregorio Bastidas, en este duro trance y confusión, la Villa de Cabudare nacida a la vida civil ese mismo día por decisión del Libertador, según opinión muy divulgada, le dispensó ayuda oportuna y eficaz en un momento desesperante y difícil para las armas de la República.
Con su Cuerpo de Volantes, Palavecino en bien coordinadas luchas de guerrillas que cubren el escenario entre Cabudare y Terepaima, hostilizará sin cesar a las partidas enemigas. En muy riesgosa situación de Urdaneta, en la Puerta de Tarabana, la óptima participación de Palavecino, permite que el ejército patriota siga su marcha sin más dificultades hasta San Carlos. Al respecto, el Pbro. y Coronel José Félix Blanco, en su "Bosquejo Histórico", hace este esclarecedor comentario: "Urdaneta logró abrirse paso por la cuesta de la Mano de Blas a Cabudare, hasta cuyo pueblo fue perseguido por las caballerías enemigas; y en cuya persecución le mataron en la Puerta de la Hacienda de Tarabana a un Coronel de Nutrias, cuya preciosa hija hicieron prisionera. Reunidos allí nuestros soldados dispersos, junto con el destacamento y guerrillas del patriota Palavecino, se emprendió una retirada honrosa hacia San Carlos".(6)
Tras las heroicas huestes de Urdaneta seguirá Cristóbal Palavecino, para cubrirse de gloria en la famosa Marcha de Occidente. Enfrentando penosas circunstancias llegan a San Carlos de Austria, que encuentran asediada por las vandálicas hordas de Sebastián de la Calzada. Venciendo obstáculos innumerables y dando pruebas de audacia y de heroismo inauditos, Urdaneta logra romper la línea sitiadora y así penetran a la plaza que era defendida con invencible empeño por el Jefe Republicano Coronel Pablo Arrambarri. Contienen el sitio, en medio de graves privaciones, hasta el 17 de marzo de 1814, cuando por la excesiva falta de recursos, incluso de agua, el General Urdaneta ordenó dirigir la marcha a Valencia; utilizando una estratagema eficaz y al amparo de la oscuridad de la noche, emprende la riesgosa retirada, utilizando vías poco usuales hasta entrar a la procera ciudad del Cabriales.
Bolívar, quien se encontraba en el Cuartel General de San Mateo, ingeniando planes para combatir al sanguinario Bóves, trasmite a Urdaneta la inapelable orden de "Defender a Valencia hasta morir, porque estando allí todos los elementos de guerra, si Valencia se pierde, se pierde la República".(7) Jamás orden alguna fue mejor cumplida y en esta dura emergencia Palavecino estuvo a la altura de su capacidad y de su dinamismo ejemplar. Rápidamente se construyen fosos, se almacenan alimentos, se levantan defensas y hasta se dota un hospital, preparándose para prolongada resistencia. Así permanecen, dando las mejores demostraciones de heroismo y de acometividad. Con invencible fortaleza la temeraria resistencia se mantiene hasta el siete de abril, al tener noticias que Bóves había sido derrotado por Mariño en Bocachica y que el Libertador perseguía con denuedo al temible asturiano, Urdaneta inicia, otra vez, su implacable retirada, sale por el camino de Guataparo Abajo, prosiguiendo hasta San Carlos, en medio de tensiones y dificultades; aunque por azares de la situación, tanto Urdaneta como Palavecino, con su Cuerpo de Caballería se unen a las fuerzas de Mariño y sufren la derrota que les infligió Cevallos en el Arao, el 16 de abril. Pero, para elevar los ánimos, hay un renacer de esperanzas, con los inmarcesibles laureles que alcanzaron combatiendo con El Libertador en el campo glorioso de la primera Batalla de Carabobo.
Siempre al lado del General en Jefe Rafael Urdaneta, aguardan a Palavecino, las Acciones de las Brujas y Camoruco, en las que derrotan al Coronel realista Remigio Ramos, de suerte que ya nada les interrumpe la indetenible travesía hacia San Carlos, desde donde emprenden la famosa Marcha de 928 kilómetros partiendo de 928 kilómetros, nuestros inclementes llanos, hasta la heroica tierra neogranadina, donde se incorporan jubilosos a las tropas del Libertador. Si es cierto que enfrentaron reveses como la deplorable derrota de Timotes, recibieron por el heroismo y el esfuerzo puestos de manifiesto en incesante empeño, la encendida felicitación de Bolívar, por esta gesta incomparable, trasmitida desde Ocaña, el 27 de octubre de 1.814, en la que dice: "Con la más grande satisfacción, expresa a Urdaneta, he sabido que Ud., ha salvado el Ejército de Caracas, con el cual podemos decir que ha salvado Ud., las esperanzas de la República; este servicio es grande, este servicio lo aprecio yo en tanto como la más grande victoria".(8)
Aún en territorio colombiano dió Palavecino diáfano testimonio de su incesante ideal de libertad. Acatando órdenes del Gobierno de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, El Libertador, no obstante todas las gestiones conciliatorias que realizó para evitar la lucha armada, se vió forzado a someter a la autoridad legítima al insurrecto Gobernador de la Provincia de Cundinamarca doctor Manuel Bernardo Alvarez, restableciendo así la integridad de la Unión Federal; en estas acciones el héroe cabudareño tuvo decisiva participación, actuando con entereza y suma lealtad en las tareas encomendadas en tan premiosa circunstancia.
Al ser invadida la Provincia de Casanare por Sebastián de la Calzada, al frente de un numeroso ejército, el Gobierno de la Unión envió a combatirlo al General Joaquín Ricaurte y Torrijo, a quien acompañaban el valeroso centauro Ramón Nonato Pérez y el Comandante Palavecino, recios y veteranos oficiales de caballería. Buena ocasión se presentó para exhibir sus dotes y en la sabana llamada Banco de Uchire, se libró un fragoso combate, donde el ejército realista quedó totalmente destruido. La suerte sigue siendo inseparable compañera de Palavecino, quien por la actividad desplegada en otras acciones que realiza contra los insurgentes, agrega nuevos lauros a sus resplandecientes hazañas.
Con incomparable valor y bizarría participa Palavecino en la Batalla de Mucuritas librada con afirmativo éxito por la férrea lanza del General José Antonio Páez, quien con ventajosos resultados, impone dura derrota al segundo de Morillo, el General Miguel de la Torre y Pando, el memorable 23 de enero de 1.817. Movido por su tenacidad incansable y anheloso de cubrir de inexhaustas glorias su epopeya refulgente, en el asalto al pueblo de Cuiloto (Llanos de Casanare), a comienzos de febrero de 1.817, rinde su preclara vida, en recio combate, el heroico Comandante Palavecino, que por sus inextinguibles proezas fulgura lleno de lauros inmarcesibles en la posteridad.
Vida de tan épica trayectoria y servicios tan señalados a la patria, a la libertad y al afianzamiento de la independencia, deben ser objeto de permanente evocación colectiva, de exaltación y de reconocimiento público, pues representan presencias vivas que rigen nuestro destino de pueblo soberano, encarnadas en la categoría de símbolo y de ejemplo. Ese es el testimonio diáfano y la vigencia moral y cívica del egregio Comandante Cristóbal Palavecino Liscano.
(1) Constitución del Estado Lara del 19 de septiembre de 1.936.
(2) Reforma Parcial a la Ley de División Política del Estado Lara, del 24 de enero de 1945. Art. 3°
(3) Ambrosio Perera: "historia Territorial de los Estados Lara y Yaracuy". Pag. 368-369.
(4) Parte de la Batalla de Los Horcones. Araure, Julio 25 de 1.813.
(5) Parte de la Batalla de Cerritos Blancos. Valencia, 20 de septiembre de 1.813.
(6) Memorias del General Rafael Urdaneta. Tomo III. Pag. 32.
(7) Cardenal, José Humberto Quintero: Discursos. 1.921-1.972.
(8) Cardenal, José Humberto Quintero: Ob. cit. Pag.
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